Había una vez un grupo de amigos que se reunían todos los días a jugar e imaginar muchas aventuras. Juanito, Esteban, María y Julia eran amigos desde siempre, y unidos podían crear las más divertidas vivencias.
Un día, Juanito y Esteban eran astronautas, mientras que María y Julia soñaban con ser importantes dueñas de bancos. Así se divertían y pasaban horas viviendo historias que nadie imaginaba.
Mientras juntos veían una película de aventuras, a Juanito se le ocurrió reunirse en el jardín de su tía para jugar a los exploradores. María, Julia y Esteban se animaron a ir al día siguiente juntos al jardín de la tía de Juanito y vivir la mejor de las aventuras como exploradores.
Juanito dijo:
—¡Nos vemos mañana en mi casa y de ahí visitaremos a mi tía!
—¡Está bien! —dijeron al mismo tiempo el resto de los niños.
Al día siguiente todos se encontraron en la casa de Juanito y en bicicleta partieron juntos al jardín de la tía de Juanito.
—¡Hola tía! Vinimos a jugar en tu jardín, hoy seremos exploradores —dijo Juanito saludando a su tía.
—Está bien, Juanito, pero tengan cuidado con mis rosas que acabo de plantar—aconsejó la tía de Juanito.
Los niños corrieron al jardín e iniciaron sus aventuras. En el jardín había un tronco gigante, todos subieron al tronco e imaginaron que estaban navegando una gran embarcación.
—¡Todos a bordo! ¡El capitán Juanito parte este viaje hacia la isla Lepago! —gritó Juanito.
—¡Listos, capitán Juanito! —afirmaron todos.
Así transcurrieron las horas, y María, Julia, Esteban y Juanito se divirtieron imaginando ser exploradores de la isla Lepago.
—¡Juanito! ¿Cuál será nuestra próxima aventura? —preguntaron María y Esteban.
—Amigos, aún nos esperan muchas aventuras porque seremos amigos por muchos años más y nuestra imaginación siempre nos acompaña.
Y con la promesa de su amigo, continuaron viviendo aventuras día tras día, tal como Juanito se los había dicho.