Cuento Infantil: Corazon Redondo

 

la-cabra-y-el-zorro

Harry era un niño que vivía encerrado en su habitación. Sus padres le tenían prohibido salir de la gran mansión para protegerlo de los peligros de la ciudad. Al principio Harry sentía curiosidad por saber que había detrás de los grandes paredones de la lujosa mansión donde vivía, pero con el tiempo fue tan grande su depresión que ya no quería ni salir al patio a jugar, aborrecía las reuniones familiares, solo le gustaba estar sentado frente al televisor jugando Maxi Max.

Un día por la mañana una pelota de beisbol irrumpió su concentración justo en el nivel ocho de Maxi Max. La pelota entró con tanta fuerza por la ventana de la habitación de Harry que rompió el televisor.

Harry se molestó tanto pero tanto, que llamó a la servidumbre de la mansión para que buscaran por toda la ciudad al dueño de la pelota. Para Harry todo lo que viniese de afuera era peligroso, era basura.

Así que llamó a la prensa, la televisión e  hizo publicaciones en el periódico, solicitando al dueño de aquel objeto que acabó con su paz el día anterior. Para asegurarse de que viniera el dueño ofreció cambiar pelotas viejas por pelotas nuevas, lo cual resultaba ser un engaño.

Al día siguiente la puerta principal de la mansión ya no aguantaba la cantidad de chicos que acudieron al llamado. Harry ordenó a sus sirvientes que trajeran una máquina demoledora de objetos contundentes, la más grande del palacio para asegurarse de desaparecer todas las pelotas; pero al abrir la puerta se encontró con que ninguno de los chicos  tenía pelotas.

-¿Dónde están sus pelotas de beisbol? Preguntó Harry sorprendido.

Eran doce niños  exactamente. Harry nunca había visto a un grupo de chicos de su edad.

Uno de ellos dio un paso adelante y tembloroso le preguntó – ¿podrías devolvérmela?

Harry molesto respondió: -Solo si me entregan las otras-dijo-.

El chico miró a sus compañeros y ya con más confianza se acercó a Harry –Somos un equipo de béisbol, y es nuestra única pelota, si gustas podrías devolvérnosla, fue mi culpa, yo fui quien la bateó y por el equipo soy capaz de retirarme y cederte mi puesto para que podamos tener con qué jugar.

Harry no supo qué decirles, se detuvo a pensar por unos minutos, y recordó cómo de niño amaba el béisbol, no podría quitarles el sueño a otros niños como se lo quitaron a él. Harry bajó de la máquina demoledora, le entregó la pelota y cabizbajo se retiraba. El chico al verlo tan triste, lo tomó por la mano y con una sonrisa le invitó a formar parte del equipo.

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